Mi experiencia en Grecia

10296718_10153325235680190_4508187794148966682_nMi viaje empezó en Francia, luego Italia y terminó en Grecia. Después de tan bellos parajes era difícil pensar que algo más me podía sorprend10325726_10153325214665190_3551100656798042647_ner, que algo más me podría cautivar después del romanticismo de París, del misterio de Venecia, de la elegancia de Florencia, de la locura de Roma… Sin embargo, Grecia se ha convertido en mi destino favorito y ya planeo volver. Mi hermano y algunos amigos visitaron Grecia antes que yo y me dijeron que no era gran cosa, que los doce días que yo le pensaba dedicar era un exceso, pero al volver sentí que fueron muy pocos. Ellos, lamentablemente, cayeron en el error de pensar que Grecia no era más que la Acrópolis y un par de islas de lindas playas; en cambio yo tuve la suerte de descubrir Grecia acompañada de Yorgo, quien me dijo: «Yo no te mostraré Grecia como una turista, te mostraré Grecia como una griega», y eso hizo toda la diferencia. Desde que aterricé en Atenas empezó mi verdadero descanso, no tuve que preocuparme de nada más que de disfrutar. En el aeropuerto me esperaba Yorgo, que ya se encargado de reservar mis hoteles, comprar mis pasajes en barco y coordinar hasta con las personas que me recibirían en cada puerto. Él sabía perfectamente los horarios de los museos, los momentos perfectos del día en que mejor se disfruta cada lugar para que el itinerario calzara hasta con el paisaje más adecuado para apreciar el atardecer sin las multitudes de turistas.

Yo le dije a Yorgo antes de llegar qué esperaba de Grecia y él lo tradujo en varias opciones de detallados programas. Yo le dije: «Quiero recorrer Atenas a fondo, quiero encontrarme con su cultura y sus dioses, no me importa dejar los pies en la calle ni dormir poco con tal de conocer en profundidad todo lo que la capital y sus alrededores tienen que ofrecer, pero no quiero andar corriendo, quiero tener tiempo para sacarme fotos perfectas y tomar un café o una copa de vino. Y cuando llegue el momento de zarpar a las islas, ahí sí que quiero descansar, quiero hoteles lujosos, con jacuzzis y vista al mar, con la posibilidad de pedir masajes y conocer con tranquilidad sólo lo esencial de cada isla para tener tiempo de tomar sol y escribir». Con esa amplia reseña, Yorgo me ofreció varias alternativas de itinerario y hoteles, y esto es lo que elegí:

10277930_10153325248050190_2826938045589303741_nEl primer día lo tomamos con calma, Yorgo me llegó a un hotel genial, que tenía una vista asombrosa de la Acrópolis desde el balcón e incluso de la cama, quedarse dormida admirando los templos de Atenea iluminados como el mismísimo Olimpo es una experiencia mágica… Yorgo me dio tiempo de instalarme en el hotel, ducharme, cambiarme ropa y ordenar, mientras me esperaban en la terraza del edificio, desde donde se podía apreciar toda Atenas. Ahí me tomé una copa de vino blanco y Yorgo me hizo entrega de un celular con minutos y su número de teléfono, los pasajes del ferry y me explicó el detalle de lo que serían nuestros días allá. Luego de conocernos y conversar, partimos al Templo de Poseidón, que por la hora estaba reservado casi exclusivamente para nosotros. Él tuvo una paciencia de santo para sacarme fotos hasta que yo las encontrara perfectas, y me contó la leyenda del mar Egeo, mientras esperábamos el atardecer que tiñó de tonos anaranjados esas enormes piedras llenas de historia.

Cuando volvimos a la ciuda10268615_10153325215865190_6773443363759943680_nd caminamos por el barrio bohemio, tan lleno de vida, medio escondido en sus calles estrechas, sembrado de alegres pubs, bares y tabernas. Entramos en una donde tres músicos tocaban temas griegos clásicos y actuales. Yorgo pidió platos típicos que yo nunca me habría atrevido a pedir para picar, y nunca me hubiera enterado de lo que me estaba perdiendo, porque eran deliciosos. Nos unimos a la gente que bailaba y Yorgo me enseñó los pasos típicos de la danza griega. Le comenté las ganas tremendas que me daban de cantar y tocar yo también, él se paró a conversar con los músicos y en cinco minutos yo estaba arriba del escenario con una guitarra cantando tres canciones! Saqué aplausos y nos invitaron una ronda de golpeados de un trago típico griego. Terminamos tomando con la banda hasta que cerraron el local.

Al día siguiente me pasó a buscar Yorgo con su amigo Viktora. Pasamos a comprar el típico café helado griego (no es con helado como lo tomamos en Chile), simplemente delicioso, compañero de todos nuestros recorridos. Es tan rico, que antes de venirme compré dos tarros y la máquina para prepararlo aquí. En el camino Yorgo me enseñaba algunas palabras y frases básicas en griego que me sirvieron para los días que recorrí sola las islas. De hecho, en Santorini arrendé un auto y me perdí, así que paré, bajé el vidrio y le pregunté a un par de viejitos griegos: «Signomi! Acrotiri apodó?» (Disculpe, Acrotiri para allá?). Ellos respondieron algo que no entendí, pero apuntaron en la otra dirección, así que ya sabía el rumbo que debía seguir. Les dije de vuelta: “Efjaristó parapolí!” (Muchísimas gracias).

10313346_10153325226765190_3795633712603582623_nFuimos haciendo muchas paradas en nuestro viaje por uno de los tres dedos del Peloponeso, para apreciar no sólo el destino final, sino cada lugar que el camino ofrecía con sus deslumbrantes paisajes: el impresionante Canal de Corinto, la asombrosa Epidavros, santuario de Asklepios, dios d10313837_10153325224950190_8367096798102007783_ne la medicina, y un gran centro de sanación, con teatro, estadio, museo y complejo hotelero. Yorgo me contó la historia del lugar y por qué habían todas esas cosas en un centro de sanación. Después paramos a apreciar el hermoso balneario de aguas turquesas y seguimos barco para conocer una isla veneciana, pequeña pero encantador. Y por último, llegamos a Nafplio, una ciudad hermosa coronada por el fuerte de Palamidi en la cima del cerro. Cenamos ahí y comí como verdadera griega, no como turista, porque lo normal es pedir un plato para cada uno, en cambio aquí pedimos muchos platos pequeños de gran variedad de sabores y todos sacábamos de lo que quisiéramos y probábamos de todo… no se me habría ocurrido nunca si hubiese estado sola.

10348216_10153325236005190_5061741949525343146_nEl tercer día fue recorrer en profundidad Atenas, a pie para no perdernos nada: la biblioteca, la 10305075_10153325228530190_5249135173965935130_nuniversidad, el parlamento y su cambio de guardia, el templo de Zeus, la puerta de Alejandro, y la maravillosa Acrópolis, con el deslumbrante teatro, sus templos y mitos, el olivo sagrado que Atenea regaló a los atenienses, símbolo de sabiduría; y por último, el gran y modernos museo de Acrópolis. En una de sus terrazas tomé un vino tinto contemplando el atardecer. Caminamos de vuelta por las afueras del Ágora, la biblioteca de Alejandro y la plaza donde se inventó la democracia. Es realmente abrumador pensar que estás caminando por las mismas calles que Aristóteles y Sófocles, donde se pensó el teorema de Pitágoras y la bolsa de comercio por primera vez, la filosofía, ¡opa!, es maravilloso.

El cuarto día fuimos a Delfos, donde está el tempo de Apolo y el famoso oráculo que predijo la tragedia de Edipo. Es energéticamente impresionante estar ahí, y el camio del paisaje es asombroso, pasamos de playas cristalinas y cerros mediaterráneos, a valles verdes y montañas con centros de sky, parecía un pueblo de duendes y hadas.

 Antes de partir a las 10290638_10153326529770190_4959372910123743910_nislas, fuimos al famoso estadio Olímpico, incluso me di10342828_10153325225600190_2535393702816742593_n el gusto de correr por su pista y subir al podio de los ganadores de la maratón, la maratón original. Puedo seguir contando detalles de mis días en las islas (Milos, Santorini y Mykonos), pero creo que lo más importante es hacerles saber que incluso ahí, que fui sola, Yorgo estuvo pendiente todo el tiempo, guiándome y preocupándose por cada detalle, hasta habló por celular con el taxista cuando no supe cómo explicarle a dónde quería ir.
Espero haber logrado transmitir en este relato que Grecia es una experiencia de vida inigualable, que no son sólo sus deslumbrantes paisajes y monumentos, es también la comida, la música, la cultura, el idioma, los mitos y su gente; sobre todo su gente, tan cálida, amable, respetuosa y alegre. ¿Crisis? ¿Estaban en crisis? No sé, ni me enteré, nunca lo vi, porque todos estaban tranquilos y felices, nadie se estresa por nada, ellos se toman el tiempo para disfrutar del día a día, para tomarse un café y compartir. En Grecia se respira que hay cosas más importantes en la vida que el trabajo y que siempre hay tiempo para una broma y una sonrisa.

                                                                                                                                                                                                                                                                             Valeria Olivares Piraino

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